BITACORA DEL DESHIELO


BITACORA DEL DESHIELO

[ octubre 07, 2005 ]

Y EMPIEZA EL FIN

 

Ambos permanecíamos en la cocina como un par de condenados. Nos mirábamos poco. CUando nuestros ojos se encontraban simplemente obviábamos darnos cuenta de ello. El problema entre nosotros, si hay tal, es tan simple y tan inexplicable. Me recuerdo hace apenas dos años. Con ella. Para ella. Muchas veces creo que lo más fácil es empezar una vida en pareja. Lo difícil es acomadrte a ella. Enfrentar las diarias contrariedades, mecerte en esa ida y vuelta tediosa en la que un día es gemelo del anterior, y luego son trillizos. De un momento a otro, con un olor o la tonalidad de la luz del sol, pocas veces racionalizadas, sigo una serie de pensamientos que me llevan a evocar mi niñez. Ahí están las imágenes. Delgado, rodillas y codos raspados, una cicatriz blanca en la barbilla, casi como una línea de leche. Una mirada que escapa a una madre armada con una cámara. Una postura avergonzada, y sin embargo altiva. Una pared de tabique, al fondo. Burda y descarnada. El cielo como una gran copa volteada. Años después tarde, en la secundaria, cargado con una mochila y el desprecio a mis compañeros. Vagaba por ese pedazo de ciudad que pobló más mis sueños que la memoria. Deseante de la chiquilla, evidentemente novia del más grande hijo de puta del grupo, inventaba las treinta mil situaciones en que no necesitaba a nadie más. La edad, en la región, en que sólo se espera ser hombre; coordenadas en que es posible enfrentar la ausencia, el abandono y la desesperanza; eso creía. Cómo colocar en un domo todo esto que fui y que ahora soy. Ahora el hombre cuyo máximo temor es la noche, no física sino inmaterial. Que espera al anciano cuya boca cancelará todo destino para él. Repiensa esa noche obsesivamente sin ver a la mujer de los ojos cafés, aquí tan cerca. Cuenta unas cuantas historias para ella, para él mismo, y espera poder retrasar el verdadero fin.

Reyes
[1:08 p.m.]

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