BITACORA DEL DESHIELO


BITACORA DEL DESHIELO

[ julio 11, 2005 ]

ESTAMPAS DE NETZAHUALCOYOTL

 

Hay un caballo con belfos rebosantes de polvo, con los híjares cuarteados y resecos, llenos los cuartos traseros de una masa pringosa y endurecida. Articulaciones recubiertas de costras y marcas. Rasca con las pezuñas ennegrecidas de suciedad entre montones de basura, más bien encima de una colina de desechos. Su cola, de un pelambre desigual, no tiene descanso contra las tenaces moscas. Es todo menos un cuadro del cual enorgullecerse. Sus costillares asoman debajo de la piel sucia. Es una una lámpara china de vieja dermis. Una cuerda delgada, plástica, le ciñe el cuello; se pierde entre la inmundicia del suelo. Unos ojos de donde siempre mana un agua viscosa, café.

Neza también es un parque de juegos. Algunos niños lo miran mientras pasan enfrente: la escuela está más allá. Desvencijados los aparatos, parece que nunca fueron nuevos. Oxidados, llenos de filos, los más. Terregoso lugar, subsisten apenas algunas matas de pasto escondido. Hay botellas rotas entre el polvo. Los infantes no están aquí; ocupada es su vida. Algunos adultos rondan periódicamente la otrora plaza para niños. Sólo es una zona de juegos infantiles.

Hay más. Si se mira con cuidado, al atardecer, esta ciudad es otra. Mientras las sombras se escalan las paredes, otra clase de vida toma forma. Se le puede ver en las esquinas, con los grupos. Cada uno mira tanto hacia afuera que lo único que ve es su propia existencia. Hablando, todos callan para ser más ellos mismos. Intercambian palabras imposibles de verdad. Se engañan, se burlan. No creen falsedad en lo que dicen, tampoco dudan de sus escuchas. Hacerlo sería el menoscabo de sus propios diceres. Así, corren las historias como las botellas de cerveza. Uno de ellos muestra una herida en la mano. El relato coloca a un hombre que no teme a nada ante todo. Se ufana de su arrojo, de su desprecio. En el último momento, intenta una mirada de aceptación de nosotros. Asentimos. Ahora sí ya es un valiente. El valor pasa por el reconocimiento de todos nosotros. Es posible que en un futuro para mantenerlo, en un asalto, sea muerto; que en una pelea termine con lesiones graves. Así es el valor. Así se construyen las tragedias.

Neza también es las madrugadas, frías en invierno, apenas soportables el resto del año. Vedada para los temerosos. Es sus metafísicos y concretos rincones oscuros. Los ancianos cuyos sueños los maldicen con el viejo pueblo, la familia hambrienta, la selva cercana. Las plazas vacías a no ser por los borrachos, los chacales, los marichis y los taxistas; y los locos, a veces de un grupo u otro, a veces independientes. Las casas cerradas, como si el mal estuviera fuera y no dentro. El viento que reclama el humo, y revienta contra algunas casas. Las luces amarillentas mientras se espera una nueva oportunidad, traicionada siempre al final. Tantos de ellos se sienten dichosos, tantos de ellos esperan nada de la vida. Así no serán traicionados. También, en sus sueños se traman los crímenes mientras su cabeza es un peso muerto.
Revienta en sus orillas el amanecer. Viene la muerte con ese inicio del día. Una onda gélida les hace temblar mientra se restriegan más fuerte consigo mismos. ¿Qué pasó?, ¿qué hago aquí? Se esconden antes del espejo en llamas; sucumben a su atavismo y abandonan las calles. Ya no son de ellos, alguien más las habitará. No importa: Vendrá otra vez la noche.

Reyes
[3:20 p.m.]

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