BITACORA DEL DESHIELO


BITACORA DEL DESHIELO

[ mayo 11, 2004 ]

Y DE REPENTE PASA NADA

 

Cualquier día te levantas y te sientes cansado, sensación que sabes es la antesala de la depresión. Durante el día las cosas se van deslavando, no tiene gusto la comida, ves un sol pálido y fr­o. Las mujeres bellas son sólo un recuerdo; memoria que te deja un sabor ácido en la boca.
Pasan las horas, esta pequeña habitación, la insufrible ciudad, el aire libre se van haciendo pegajosos. Empiezas a pensar y es el momento en que empieza a caer Troya. Recuerdas a la enorme cantidad de amigos que se fueron. Esas pequeñas relaciones que por sus decisiones, por las tuyas, se quedan olvidados en algún meandro de la vida. Intentas hacer un inventario de miserias que pueblan las páginas de tu memoria y son más los naufragios que las llegadas a puerto. Unas y otras personas, con quien creí­ste envejecer, con quien quisiste pasar media vida, simplemente se perdieron después de un "nos vemos". Intercambiaste sangre con algunos, con otros simplemente una sonrisa o una broma; a veces miradas rencorosas.
Recuerdas a la niña de la primaria, y al niño que eras tú. Rememoras el sabor de una naranja en una tarde calurosa, el olor del suéter azul del uniforme, el filo de un lápiz. Tantas cosas que pierdes, tantas cosas que por salud debes dejar. Así­ se abandonas y eres abandonado por los amigos. Cada ternura que te guardaste, cada risa que arrebataste al aire. Y aun así­ no es suficiente. Podrí­as recordar aun más. A la maestra que sin saber para qué quisiste tocar. Al niño que querías ser. Y falta más: no tengo ni siquiera el nombre de los amigos, el apodo que ella tenía. Descubrirte ahora no tendría significado sino en los sueños. Lo más extraño es que no pasa nada. Tanto olvido y tan poco asible en tu vida. Supongo que entre mayor edad es más cruento todo esto.

Reyes
[3:30 p.m.]

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