[ julio 03, 2003 ]
No siempre es bueno
Lo encontré hace poco tiempo. No había cambiado: una o dos arrugas le marcaban la cara, pero la sonrisa seguía siendo tan misteriosa como siempre. Un abrazo (hacía tanto tiempo); una copa, era mejor para soltar a estos dos hombres cuyas vidas los separaron. Sí, lo recuerdo perfectamente. Él era, en la universidad, lo que la mayoría de nosotros queríamos y no logramos ser, esto es, felices con nosotros mismos.
Bebimos un rato, hablamos de los viejos tiempos, esos tiempos formados por el tamiz de nuestra memoria, y las historias que aprendimos para contar en estas reuniones. Reimos, como viejos camaradas, por historias que no fueron cómicas sino al paso de los años.
Empezó a languidecer la plática y yo, escondido entre uno y otro cigarro, me di cuenta que él no había tocado un tabaco, otrora era el mejor fumador de nosotros, trucos, sabores, calidades, todo lo sabía. Ya no fumo -me dijo casi en un susurro. --Supongo que el médico te lo prohibió. --No, no fue el médico. Fue ella.
Al fondo, se oye un estruendo en la cocina.
¿Ella?, pregunto. Me doy cuenta que la una pregunta está fuera de lugar después de tantos años.
-Sí. Llámale "el amor de mi vida" si tu quieres, pero fue ella. -¿Ella te lo prohibió? --Ella está muerta, aclaró sin dramatismo.
No supe qué decir. Uno se queda sin palabras ante lo inesperado, se queda sin pensamientos. Parecía que podía vernos. Este par de adultos, medio ebrios después de algunos tequilas.
-Lo siento... -solté . Levantó la mano como queriendo hacerme callar pero su gesto se detuvo desganado a mitad de trayecto.
[3:03 p.m.]