[ junio 05, 2003 ]
¿Se han dado cuenta lo difícil que es amarrarse a la vida?
De vez en cuando tengo envidia de los incautos que creen una cosa con todo su ser, de aquellos que pueden dedicarse totalmente a un fin determinado sin dudarlo. Tengo una gran desconfianza a ser feliz, a estar tranquilo, a estar en paz. Me cuesta tanto convencerme de los valores "normales". Casi siempre hago con desgano, dos grados abajo de la abulia más absoluta y de la depresión, lo que tengo que hacer. Es cierto, tendemos a estar ciertos en la vida eterna, en la recompensa a los buenos, en el castigo a los malos y todos esos lugarzasos comunes que vienen del cine hollywoodense y de nuestras propias obsesiones.
Nos convencemos de que, con el pagrecito, nos vamos a ir al cielo, de que debemos abandonar la vida carnal (uyuyuy); en suma, de desconfiar de nuestros sentidos y enajenar el pensamiento a lo que nos digan los otros. Soy pesimista, saben. Dudo, y dudo mucho, de mi alrededor pero creer a pie de juntillas todas las verdades de los otros es muy fácil. Es tan cómodo, es tan cálido, casi volver a la niñez. ¿Será por eso que es tan fácil este modelo-mundo? No a todas las personas les gusta pensar, no todas las personas tienen tiempo para pensar; y los pocos que lo hacen, muchas veces se dejan engañar. De qué vale el pensamiento si no puedes unirte a las demás personas, si no intentas la unidad, el socialismo, la ciudad de Dios o la utopía.
Estaremos aquí por breve tiempo; nos destrozarán los elementos. Veremos nuestras lagrímas rotas y sentiremos el hastío... en breve tiempo. ¿Por qué no ser felices ahora?, ¿por qué la felicidad, la del concepto propio, es tan esquiva? Un día cualquiera seremos ancianos o ya no seremos. Entraremos, pues, en la muerte como en un mar negro y dejaremos de creer, de dolernos, de sentirnos culpables, de sentirnos inocentes.
Ya estoy cayendo en las frases hechas, en los refranes y en las oraciones aprobadas por la grey. Cuando eso ocurre no debo hacer menos que despedirme.
[2:21 p.m.]