BITACORA DEL DESHIELO


BITACORA DEL DESHIELO

[ junio 04, 2003 ]

 

Llegaron las lluvias.
Supongo que cuando uno nace en una población de Zacatecas, gris, roja y seca, la fascinación por la manera en que la tierra se nutre sólo tiene un grado menos a la adoración. Todas las esperanzas, puestas en las lluvias, por tener una buena cosecha se consagran el buen día en que cae suficiente agua como para mantener a la familia por un tiempo.
A mí, más allá de esa felicidad primigénea, me encanta pasear por ciudades nubladas. Me emociona sentir que las calles son mías, que nadie más va a arrebatarmelas caminando con desgano. Sin embargo, también me hace un gran bien saber que todos los transeúntes son yo; todos ellos, sin excepción, son mi propia personalidad en su cauda más oscura de desesperanza, de soledad y de persecución de fines que por momentos se antojan sólo una ilusión vana, una sombra. Yo puedo, al contrario de ellos, regodearme en mi tristeza y salir avante. He vivido lo suficiente con ella como para saber que la felicidad es una construcción conceptual, una entelequia, sin sustente en el mundo físico. Yo veo en la felicidad un mito que se propaga patológicamente para que nadie escape. Estamos solos y cada vez es más difícil encontrar alguna comunidad, por más mínima que sea. Sólo existen las "individualidades del fin muy muy lejano". Estamos solos y únicamente por momentos estamos conscientes de ello. Cada palabra, en nuestra lengua, fue fraguada para engañarnos y para hacernos pensar lo que sería imposible. Pensar lo imposible, en las comunidades originales, fue una manera de control. A pesar de todo, podemos encontrar un camino y una ética que no nos deje caer.
¿Cómo justificar el poder? Mediante cantidad de mitos. Uno de ellos es el de la igualdad de los hombres. No somos iguales porque nunca hemos vivido en un régimen en que, en la balanza, la vida de dos hombres sea equilibrada. No somos iguales, pero deberíamos serlo, por eso las grandes utopías en una época en la que Dios ha muerto, en la que el hombre se sabe independiente, indefenso, pero que sigue intentando encontrar asideros.
No les digo: cuando mi otra personalidad se apropia del teclado, poco falta para decretar la extinción de la humanidad (que no mandarla).
Termino: la lluvia te permite esconderte de ti mismo; tambén te enfrenta con tus demonios más interiores. Una paradoja, sin duda.

Reyes
[1:53 p.m.]

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