[ junio 10, 2003 ]
El sábado pasado asistí a una fiesta. Fue divertida. Ya saben, hay lo que en cualquier reunión de chavos entre 24 y 27 años, a saber, alcohol, desaveniencias amorosas, algo de música, mentadas de madre... Eso fue normal. Se convirtió en algo diferente por cuestiones de estacionamiento en la unidad habitacional donde todo ocurrió. Un monigotillo, grandeson y con cara de maldita sea la hora en que respiro, nos echaba de su "lugar de estacionamiento". Con algunas copas de por medio y atravesada la prepotencia del hijo de Diego Fernández, pues no nos quitamos. Bullicio. Mentadas de madre (éstas muy en serio), uno que otro jaloneo y la amenaza de una patrulla y todo acabó. Más tarde, por unanimidad declaramos la noche como la de la Testosterona. Me pregunto si lo repetiremos alguna vez. No muy rápido, espero. A la próxima, pueque y nos modifiquen el rostro.
[3:25 p.m.]