[ mayo 23, 2003 ]
Recién revisé lo que de mi inicio en este blog escribió JM. Él me conminó a cambiar la palabra culpa por responsabilidad. ¿Cuántas discusiones inútiles en ocasiones por simples palabras? Pues va. A mí no me gusta la dichosa palabrita. Culpa ya me la aprendí de memoria. La recuerdo desde esas mañanas en que para librarse de toda la chiquillada, mis padres nos mandaban derechito a conocer el averno. Sí, nos daban algunos pesos, todavía de los viejos, y nos encaminaban a la iglesia.
En el oscuro lugar aprendí el sentido de la religioso de la culpa. Aplastante, irrespirable, omnipresente. Yo, pequeño y poco dado a olvidar las cosas, le dí vuelta una y otra vez. Me parecía simplemente incomprensible el que un pobre muchacho tenga que cargar, además de una infancia llena de soledad, la culpa por las personas que vivieron antes que él (no fue tan así el razonamiento, yo tenía ocho o nueve años).
El resultado es que esa palabra, culpa, se me hace insoportable en el sentido que le da la tradición judeocristiana. Entonces, haciendo uso de mi legítimo derecho quisé darle una nueva semántica. Supongo que eso es un exceso de mi parte pero debemos reconocer que cada persona le crea una significación a cada palabra según su muy particular vida y sus muy particulares frustraciones (levanto la mano). Sin embargo, la iglesia y la Iglesia se me hace algo misterioso y profundo; extraño y bastante criticable pero con significado. La culpa y la iglesia son muy unidas así que para empezar a entender a la iglesia aboquemónos a hacer intelegible la culpa.
Responsabilidad, además de larga y pomposa palabra, la relaciono con un burócrata de tres centavos que te dispara al rostro, con un aliento amargo y una ropa gris, tu responsabilidad civil, social. Responsabilidad es una exigencia de alguien más, es la introyección de alguien más. La misma forma de la letra inicial te hace pensar en un imponente hombre recordándole sus deberes a un infante.
La culpa, casi siempre, es más íntima; en lo personal es en cuanto más me agrada.
Quienes me conocen saben que no ando por ahí dándome golpes de pecho. Me he declarado un cristiano normal (esto es, bautizado, comulgado, pero inconfeso desde los 11 años).
Ven qué fácil se puede discutir indefinidamente por una palabra.
Es una pasión encontrarle más significados a cada reunión de letras. La palabra se burla de ti y de pronto tienes que gastar más municiones atribuyéndole significados o buscando certezas para ella. Mientras tanto, alguien más ya está dinamitando la palabra, la viola y la preña.
[2:07 p.m.]